Mujeres en la minería: aun en condiciones precarias, nosotras persistimos y seguimos adelante
Hola, para comenzar esta serie de publicaciones, me gustaría empezar presentándome. Soy Talita C. de Oliveira Ferreira, geóloga titulada por la Universidad de São Paulo y magíster en Recursos Minerales por la misma institución. Ya son 18 largos años de profesión, todos ellos dedicados a la geología y, más específicamente, a la minería.
Me adentré en esta área durante la universidad, cuando en mi último año decidí estudiar formaciones carbonatíticas, en el sur del estado de São Paulo, y realicé un trabajo que ayudó a entender los distintos cuerpos que se explotaban en una mina de apatita. No fue fácil realizar este trabajo, requirió un gran sacrificio —prácticamente pagué por trabajar—, pero gracias a él pude involucrarme en la rutina de lo que es el trabajo en una mina a cielo abierto. Conocer lo que era una campaña de sondajes, observar los testigos, describir miles de metros perforados, muestrear, mapear un frente, liberar zonas de explotación… tantas otras cosas que ya ni recuerdo.
Después de un trabajo maravilloso, obtuve el título de geóloga y, con él, los desafíos de conseguir un empleo en este sector, aún más siendo una mujer recién graduada. Por suerte, logré trabajar en una consultora pequeña que me permitió conocer diferentes contextos, aprender sobre otras posibilidades dentro de esta área y, lo mejor, estar en contacto con profesionales muy experimentados que tenían mucho por enseñar. Aprendí mucho sobre la geología de Brasil, aprendí a modelar en 3D, a resolver cuestiones legales en minería y, lo más importante, a confirmar que estaba en el camino correcto, que esta había sido la mejor elección, incluso con todas las piedras en el camino (literalmente).

Como siempre fui curiosa, quería más. Después de cuatro años en esta consultora, deseaba entender el proceso completo, saber qué más se podía hacer tras completar las etapas que ya conocía. Fue entonces que busqué nuevos desafíos en una minera. Empecé a trabajar con oro, un mineral con muchos altibajos, pero por suerte, estábamos en un buen momento. Fue allí donde conocí la geoestadística y nunca más me alejé de ella. A través de varias capacitaciones, y mucha práctica, desarrollé mi maestría, conocí otros contextos geológicos en el mundo, me casé, tuve hijos y siempre me dediqué a mejorar el sector y a fomentar la inclusión de mujeres en esta área. Tuve la suerte de trabajar y conocer mujeres muy talentosas y, junto a ellas, seguir evolucionando y rompiendo barreras cada vez más específicas en este medio.

A lo largo de estos años, sentí que muchas veces fui desafiada a dar lo mejor de mí, a estudiar más que los demás solo para sentirme segura de que era capaz, de que podía realizar una tarea incluso estando rodeada de hombres que no creían en mi potencial y que, muchas veces, me excluyeron o solo aceptaron mis ideas cuando otros hombres las respaldaban.
Un ejemplo que me marcó mucho fue al inicio de mi carrera, cuando tuve que realizar un trabajo complicado de recolectar muestras inalteradas de itabirito, cuyas dimensiones las volvían casi inviables de extraer. En esta ardua jornada, trabajé con un equipo técnico compuesto solo por hombres y muchas veces tuve que guiarlos sobre cómo manejar correctamente las muestras y cómo ubicar los puntos de muestreo. Sin embargo, mi mayor batalla, curiosamente, fue con la empresa contratante que necesitó que un hombre senior repitiera mis sugerencias para aceptarlas, aunque fueran las mismas que yo había dado. Años después, con mucha más experiencia, visitar una mina y ver que no había un baño exclusivo para las mujeres trabajadoras fue otro motivo de lucha por inclusión y visibilidad para mí. Aun en condiciones precarias, nosotras persistimos y seguimos adelante.
Por último, pero no menos importante, no fue fácil regresar después de dos licencias de maternidad y sentir que todos a tu alrededor te juzgaban por simplemente valorar más la vida que el trabajo. Eso me hizo repensar muchas cosas y tratar de ayudar cada vez más a otras mujeres en la misma situación. Así fue como empecé a participar en un proyecto de maternidad en la empresa donde trabajaba, me ayudó a percibir que muchas realidades podían ser muy diferentes de la mía. Poder intercambiar experiencias con tantas otras madres en la minería fue sin duda el acto más fortalecedor de todos. Al final, no necesitamos ser menos mujeres ni menos competentes para desempeñar nuestros roles con excelencia.
El camino fue sinuoso, pero eso no apagó mi fascinación ni mi pasión por la minería. Hoy, en GeoEstima, mi trabajo es reconocido y valorado, no solo profesionalmente, sino también en lo personal, estoy en una empresa que valora las relaciones y al individuo como un ser único, independientemente de su género, sexo o etnia.
Hoy celebramos el Día de la Mujer en la Minería, y me gustaría dejar este relato para aquellas que muchas veces se sienten desvalorizadas o invisibilizadas en sus funciones. Juntas somos más fuertes y podemos estar en cualquier lugar, en cualquier conversación, y, aun así, seguir siendo mujeres.